(… El Espíritu de Dios bajaba…) Te damos gracias, Dios de la vida, del tiempo, de la materia y de la historia, Dios de los hombres, Dios de nuestras vidas. Incansablemente, con el aliento de tu Espíritu, brota por doquier la vida. Incansablemente, con el aliento de tu Espíritu, los seres humanos vivimos la riqueza de nuestra biografía, a veces tan humana, tan demasiado humana… Incansablemente, con el aliento de tu Espíritu, la humanidad avanza, misteriosamente, sin pausa… hacia la plenitud.
Te damos gracias, Padre, porque tu hijo, el Amado, el Predilecto, el Hijo del Hombre, se sumergió en aquellos tiempos en el Jordán y fue como uno de tantos y así se solidarizó con toda la humanidad necesitada de salvación y compartió con aquellas gentes la esperanza del Reino y así inició la reconciliación definitiva de todos los seres humanos.
Te damos gracias, Padre, porque en Jesucristo vive todo deseo auténtico de amar y ser amado, todo anhelo de compartir y repartir los dones que tenemos y producimos, toda la esperanza que hay en cualquier lucha por la libertad y la dignidad del ser humano.
Dios Padre, sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad han aparecido personas santas, sabias, justas y admirables que han defendido la justicia y han mostrado la verdad. ¡Queremos ser como ellas!
Haz de nosotros, aún más, con humildad y con sencillez, personas sinceras y entregadas, personas valientes y humildes, personas sensibles y santas, como María.
Que el banquete de amor de tu hijo, la Eucaristía, nos fortalezca en nuestra fe: ¡Sabemos que la muerte no es soberana! ¡Sabemos que la autenticidad humana no es una patraña! ¡Sabemos que la palabra justicia está llena de contenido y de tarea!
Que el aliento de tu Espíritu nos enraíce aún más en la vocación a la que hemos sido llamados, en la vocación que nos encomiendas, en la vocación donde desplegamos nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad.
Despeja, Padre, los miedos, las rutinas, las justificaciones que nos impiden ver con los ojos de la fe, oír la voz de tu Hijo, palpar las heridas de este mundo.
Padre, envía tu Espíritu sobre nosotros para que no se diluya la roca donde se asienta nuestra identidad de hijos amados y servidores tuyos…
Dios Padre, manda tu luz desde el cielo a lo cotidiano de nuestras vidas, en nuestros trabajos, en nuestras calles, en nuestras familias para cumplir y hacer cumplir tu voluntad de amor y vida para todos los seres humanos.
Cristo Jesús, misterio encarnado, asombro de santidad. Cristo Jesús, presencia desbordantemente humana, asombro de humanidad. Cristo Jesús, a quien amamos, asombro de comunión. Cristo Jesús, con quien amamos, asombro de fraternidad. Cristo Jesús, en quien amamos, asombro de nueva humanidad. Cristo Jesús, sabiduría de Dios para todos los constructores de paz, asombro de la verdad de Dios. Cristo Jesús, palabra de Dios que entienden todos los hombres y mujeres de buena voluntad, asombro de comunicación de Dios. Cristo Jesús, globalización de Dios, asombro de inclusión de la inmensa variedad de seres humanos. Cristo Jesús, desenmascaramiento de ídolos, asombro de profecía inigualable. Cristo Jesús, esperanza de los que sufren dolores evitables, fruto de manos demasiado humanas, asombro de sanación sobre toda sanación. Cristo Jesús, mansedumbre y poder, asombro del don de Dios. Cristo Jesús, ternura y vigor, asombro de amor de Dios. Cristo Jesús, fascinación sobre toda fascinación, asombro de todo asombro. Cristo Jesús, gracia y verdad, asombro del impulso de Dios. Cristo Jesús, aliento y consuelo, asombro de los modos de actuar de Dios. Cristo Jesús, lo más humano de la humanidad, asombro de la verdad del corazón humano. Cristo Jesús, a quien esperamos y con quien esperamos, asombro de la esperanza inacabable. Cristo Jesús, misterio de sabiduría, asombro de lucidez inigualable. Cristo Jesús, justicia y paz en vivo y en directo, asombro de loque de verdad importa. Cristo Jesús, gloria del hombre por los siglos de los siglos, asombro de un amor sobre todo amor. Cristo Jesús, el mejor de los nuestros, asombro de autenticidad en el corazón de cada ser humano. Cristo Jesús, a quien rezamos y con quien rezamos, asombro de santidad innombrable. Cristo Jesús, descanso y tarea del creyente, asombro de los dones que se convierten en tareas. Cristo Jesús, raíces y alas de nuestra sed de vida, asombro de las mejores posibilidades de la vida. Cristo Jesús, mensajero y mensaje del amor sobre todo amor, asombro de la utopía que habita en lo mejor del corazón humano. Cristo Jesús, que eliges, capacitas, acompañas y plenificas, asombro de la presencia de Dios Cristo Jesús, santidad que habitas en nuestras casas, asombro de paz y bien en la vida cotidiana Cristo Jesús, a quien creemos, asombro de certeza de todas las certezas. Cristo Jesús, con quien creemos, asombro ante la confianza de la bondad última de la realidad. Cristo Jesús, mirada de Dios a toda la humanidad, asombro ante la utopía de las utopías. Cristo Jesús, eminente fuente de plenitud, asombro ante lo que mejor nos puede pasar de verdad. Cristo Jesús, sanación de sanaciones, asombro ante la libertad de los hijos de Dios. Cristo Jesús, roca de nuestras biografías, asombro ante el poder paradójico de Dios. Cristo Jesús, agua de nuestra sed, asombro ante la certeza de paz definitiva.
Cristo Jesús, revelación de Dios. Cristo Jesús, sabiduría de Dios. Cristo Jesús, energía vital de Dios.