UNGIR
¡Ven, Señor, a ungirnos:
queremos ser la buena noticia de vivir la cordialidad fraterna
allí donde las revueltas de la vida guiada por Ti nos lleven!
¡Ven, Señor, a ungirnos:
sana nuestros corazones desgarrados:
sé santo bálsamo que nutre y fortalece
nuestros quebrantos y quiebras vitales!
¡Ven, Señor, a ungirnos:
rompe nuestros apegos,
nuestros egocentramientos,
nuestras muestras de avidez
en este mundo tan contradictorio
y tan lleno de hombres y mujeres sedientos
que desconocen la Fuente que Tú eres!
¡Ven, Señor, vístenos de alegría:
haznos humildes servidores de la humana humanidad
allá donde desempeñemos nuestro trabajo
y nuestra aportación a la sociedad y a la cultura!
¡Ven, Señor, vístenos de alegría:
obra en nosotros tus obras de verdad, de bien y de justicia
para que todos vean que Tú eres el Camino de la vida auténtica
y la energía de los mejores deseos de la humanidad!
¡Ven, Señor, vístenos de alegría:
santifica nuestras presencias en medio de este mundo tan extraño y complejo,
especialmente en estos tiempos de pandemia,
de cínicas políticas,
de tantos daños a la dignidad humana!
¡Ven, Señor, ayúdanos a ser constantes en el orar,
que tantas y tantas
distracciones y pantallas nos alejan de nuestro focus:
Tú y tu presencia sanante e impulsora en toda la realidad!
¡Ven, Señor, ayúdanos a dar gracias en toda ocasión,
que tantas y tantas veces
nos creemos dignos de alabanza por nuestras acciones…
tan fútiles, tan de pose, tan llenas de intereses pequeñoegoístas!
¡Ven, Señor, ayúdanos a escuchar
a tantos hombres y mujeres de bien,
profetas de nuestro tiempo,
que claman por el cuidado de vida concreta
y la justicia urgente
y la paz imprescindible entre los hombres y los pueblos!
¡Ven, Señor, ábrenos los corazones para vivir tu paso por nuestras vidas!
¡Ven, Señor, ábrenos los corazones para para que Tú seas el protagonista de nuestro anuncio!
¡Ven, Señor, ábrenos los corazones para que de verdad Tú seas Salvador nuestro!
¡Ven, Señor, autentifícanos la fe!
¡Ven, Señor, autentifícanos la esperanza!
¡Ven, Señor, autentifícanos la caridad!
¡Ven, Señor, santifica nuestras palabras!
¡Ven, Señor, santifica nuestros deseos!
¡Ven, Señor, santifica nuestras vidas!
¡Ven, Señor, santifica nuestros silencios ante Ti…!
¡Ven. Señor, santifica nuestras lágrimas ante Ti…!
¡Ven, Señor, santifica nuestras humildes oraciones ante Ti…!
¡Ven, Señor, alégranos la vida!
¡Ven, Señor, cristianízanos,
que no sabemos cuán madura
está nuestra biografía…!
¡Ven, Señor, ármanos de luz
cordial,
humilde,
auténtica
en deseos, palabras y obras!
¡Ven, Señor, llama profunda
que escrutas y saneas
el corazón de todo hombre
sediento
que se abre a Ti!
¡Ven, Señor, vístenos de Evangelio
porque tenemos los corazones afligidos,
porque tenemos miedo a la libertad de los Hijos de Dios,
porque tenemos, como tatuajes indelebles,
en nuestras manos,
en nuestros ojos,
en nuestra mente
cicatrices de nuestra tragicómica y paradójica existencia
de seres humanos,
demasiado humanos!
ASOMBRO
Asombro de poder invocarte.
Asombro de poder implorarte.
Asombro de poder suplicarte.
¡Ven, Señor Jesús!
Asombro de nuestros corazones tan humanos.
Asombro de nuestros corazones tan cansados.
Asombro de nuestros corazones aún vibrantes.
¡Ven, Señor Jesús!
Asombro en nuestras encrucijadas.
Asombro en nuestras decisiones.
Asombro en nuestras palabras.
¡Ven Señor Jesús!
Asombro en nuestras pequeñas impaciencias.
Asombro en nuestras pequeñas justicias.
Asombro en nuestras pequeñas palabras de testigos.
¡Ven Señor Jesús!
Asombro en nuestras pequeñas responsabilidades.
Asombro en nuestros pequeños pasos de conversión.
Asombro en nuestras pequeñas mentes.
¡Ven, Señor Jesús!
Asombro en nuestros mejores deseos.
Asombro en nuestras mejores virtudes.
Asombro en nuestra mejor inteligencia.
¡Ven, Señor Jesús!
¡Ven, Señor Jesús!
Deslúmbranos aún más.
Fascínanos aún más.
Sorpréndenos aún más.
¡Ven, Señor Jesús
a nuestro estupor,
a nuestra maravilla,
a nuestro caminar
en estos extraños tiempos
que nos conmocionan,
que nos asustan,
que nos dejan
tirados,
perplejos,
asustados.
¡Ven Señor, Jesús!
Esperanza de nuestras esperanzas.
DESPIERTA
Cuando te cueste cuidar lo que crees
que no merece la pena
despierta:
Viene el amor sobre todo amor,
el amor que sustenta lo frágil
de la humanidad.
Viene por amor,
Viene por amar.
Cuando olvides la raíz de tu esfuerzo,
despierta:
Viene la raíz de toda raíz,
la raíz que ancla en las tormentas
más inhóspitas de la humanidad.
Viene por amor.
Viene por amar.
Cuando te emborraches del ruido de tu ego,
despierta:
Viene la humildad de las humildades
donde menos te lo esperas,
en lo más discreto de la humanidad.
Viene por amor.
Viene por amar.
Cuando te agotes y veas como salida el abandono,
despierta:
Viene el que tiene la última palabra de esperanza
en los desalientos más amargos.
Viene por amor.
Viene por amar.
Cuando te aturda la ambigüedad del camino,
despierta:
Viene el que da sentido a cualquier niebla en tu biografía,
aunque sea de noche,
aunque sea de noche opaca,
aunque sea de noche absurda y dura…
Sí, viene por amar.
Sí, viene por amar.
Cuando te de miedo el abismo de la soledad,
despierta:
Viene el que nunca nos ha dejado solos
el que habita en tu corazón
de niño herido,
de niño perdido,
de niño que busca amar y ser amado…
Sí, viene por amor.
Sí viene por amar.
Cuando no tengas el valor de abrirte de corazón
a la santidad de la presencia de los demás en tu vida:
despierta:
Viene el que confirma
que lo humano es el camino de lo divino,
el que confirma
que nada humano le es ajeno,
el que confirma que nada humano
es insignificante
para su presencia amorosa.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.
Cuando te amargue la vida esta tristeza animal,
allá en tu fondo más hondo,
despierta:
viene la salvación
que supera cualquier gris humano demasiado humano,
que supera cualquier maldad humana demasiado humana
que supera cualquier fracaso humano demasiado humano.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.
Cuando el desaliento
ante tanta maldad,
ante tanta sandez,
ante tanto cinismo
te impida respirar con serenidad:
despierta:
viene el apacible de los apacibles,
viene el sosiego de los sosegados,
viene la confianza de los confiados.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.
Cuando sientas que lo absurdo
de tanto egoísmo,
de tanto clericalismo,
de tanto cinismo
arañe tu mejor sensibilidad,
despierta:
viene el que da luz,
viene el que da sensatez,
viene el que da inteligencia
para vivir la libertad de los hijos de Dios.
Cuando tu fe sea como
una ruina irrecuperable,
una ruina gélida,
una ruina amorfa…
despierta:
Viene el que, asombrosamente, todo lo hace nuevo.
Viene el que mira con misericordia lo mejor del corazón humano.
Viene el que rescata asombrosamente lo que parece que no vale nada.
Despierta, sí.
Despierta.
Viene el esperado de los esperados.
Viene el más humano de lo humanos.
Viene el santo de los santos de Dios
para que los hombres seamos
lo mejor que podemos ser:
verdaderos hijos de Dios…
Sí, viene Dios y se encarna en un rostro humano
para que los humanos alcancemos,
con rostro divino…
el inimaginable rostro materno de Dios.
Pastor
Señor Jesús, nuestro pastor.
Señor Jesús, el que indulta lleno de paciencia nuestras ignorancias evitables.
Señor Jesús, el clemente frente a tanta y tantas peleítas en que nos empecinamos los creyentes.
Señor Jesús, el que mira hacia lo mejor del futuro superando nuestros autoengaños tan humanos.
Señor Jesús, el que inspira la creatividad permanente de los hombres y mujeres de buena voluntad.
Señor Jesús, el que quiebra los círculos viciosos en los que nos embarullamos con nuestras sandeces.
Señor Jesús, el que nos infunde esperanza a pesar de nuestras caídas en las injusticias y el pecado.
Señor Jesús, el que fundamenta la fraternidad irrompible al hablarnos de Dios Padre de todos.
Señor Jesús, el que nos constituye para que hagamos bien el bien por donde quiera que pasemos.
Señor Jesús, el que impulsa el compromiso para que todos tengamos vida y la pongamos al servicio de la vida.
Señor Jesús, el manso lleno de la energía de la no violencia en este mundo de resentidos.
Señor Jesús, el que consuela definitivamente en los momentos de la muerte de seres queridos.
Señor Jesús, el que sacia de justicia los corazones cansados de tanta y tanta impía inhumanidad.
Señor Jesús, el que nos enseña la limpieza de corazón ante tanto y tanto interés mezquino.
Señor Jesús, el que mira como sólo lo puede hacer Dios.
Señor Jesús, el que nos hace capaces de creer en Dios de la Vida.
Señor Jesús, el que se abre de corazón al que tiene delante.
Señor Jesús, el que inspira confianza inagotable a pesar de nuestros pesares.
Señor Jesús, el que atraviesa gloriosamente las sombras del pecado y de la muerte.
Señor Jesús, tu cruz es nuestra luz.
Misteriosamente.
Santamente.
En la fe.
Por la fe.
Para la fe.
Dones
Señor Jesús, maestro más allá del voluntarismo,
que comprenda que tus dones son un regalo para mi y para los demás
a pesar de mis límites,
a pesar de mis miedos,
a pesar de mis orgullos.
Señor Jesús, maestro más allá del mérito,
que viva mi vida como un servicio a los demás
a pesar de mis brotes de narcisismo,
a pesar de mis sombras de engreimiento,
a pesar de mis perezas y miedos.
Señor Jesús, maestro más allá de la comparación,
que me deje llevar por el cuidado a la vida
que se me regala,
que me fundamenta,
que me llama a vivir
cada momento,
cada acción
cada encuentro,
como un momento
donde destella la plenitud
en la que todos somos hermanos.
Señor Jesús, maestro más allá del juicio,
que viva con humildad,
que silencie mi ego vanidoso,
que acalle mi vanidad,
que no me crea mejor que los demás.
Señor Jesús, que acepte de verdad que cada uno
vive sus luchas en la vida,
que cada uno intenta superar sus contradicciones como puede,
que cada uno es un humano con sus heridas y sus cicatrices.
Señor Jesús, maestro más allá de la condena,
que no me deje llevar
por mi necia arrogancia,
por mi creerme superior,
por mi autocomplacencia
en mis méritos.,
en mis obras,
en mis, supuestamente, acciones beneficiosas.
Señor Jesús, maestro de la benevolencia.
Mírame con bondad,
purifícame en lo más hondo de mi sensibilidad.
úneme a tu corazón
de infinita
e inefable
misericordia.
Sensatez
Tu sensatez, Señor, la sensatez del Reino
es lo que más falta nos hace,
es lo que anhelamos desde el fondo de nuestro corazón,
es lo que quisiéramos vivir en nuestro día,
es lo que quisiéramos transparentar
por donde quiera que vayamos.
La sensatez del reino, Señor…
La sensatez de la misericordia,
la sensatez del corazón compasivo,
la sensatez de la solidaridad,
la sensatez del cuidado de la vida,
la sensatez de justicia social,
la sensatez de la real equidad en los procesos sociales,
la sensatez de la humildad de pensamiento,
la sensatez de la humildad de palabra,
la sensatez de la humildad en nuestros quehaceres cotidianos,
la sensatez de la sencillez de corazón,
la sensatez de la sencillez en los deseos,
la sensatez de la sencillez de nuestras relaciones,
la sensatez de una vida constante de oración,
la sensatez de una vida de adoración,
la sensatez de una vida a la escucha cordial de la Palabra,
la sensatez de María, que guardaba lo mejor de ti en su corazón…
la sensatez del cuidado de nuestra vida,
la sensatez del cuidado de la vida que nos encontremos,
la sensatez del cuidado de lo frágil, de lo vulnerable, de lo pequeño,
la sensatez del diálogo,
la sensatez de la tolerancia,
la sensatez de construir puentes,
la sensatez de la voluntad de entendimiento,
la sensatez de la no violencia,
la sensatez del rechazo a la violencia,
la sensatez de los pacificadores de mentes y corazones,
la sensatez de cuidar nuestra familia,
la sensatez del testimonio sincero de lo que somos,
la sensatez del testimonio de lo que nos pasa por ser personas de fe,
la sensatez de vivir la esperanza pase lo que nos pase,
la sensatez de afirmar una y otra vez que lo mejor está por llegar,
la sensatez de saber que nuestro fundamento,
nuestra energía,
nuestra luz
es tu presencia,
Señor,
presencia que nos cuida,
que nos enamora,
que nos salva.
Humildad
Cristo Jesús, maestro interior,
no dejes que mis tinieblas me hablen.
Ayúdame a reconocer mis límites.
Cristo Jesús, luz interior,
no dejes que mis egoísmos sean mis patrones de conducta.
Ayúdame a encontrar pistas de crecimiento personal.
Cristo Jesús, paz de la humanidad,
no dejes que mis torpezas me definan.
Ayúdame a ser más compresivo y empático con los demás.
Cristo Jesús, meta de la humanidad,
no dejes que mis cegueras me guíen.
Ayúdame a vivir con más agradecimiento hacia la vida.
Cristo Jesús, verdad de las verdades,
no dejes que mis arrogancias me dominen.
Ayúdame a cultivar la humildad intelectual.
Cristo Jesús, fuente de vida,
no dejes que me crea todas mis opiniones.
Ayúdame a sanear mi autoconciencia, iluminando mis debilidades.
Cristo Jesús, modelo de fraternidad.
No dejes que mis prejuicios enturbien la sensibilidad de mi corazón.
Ayúdame a tener un trato más igualitario.
Cristo Jesús, ejemplo de humildad,
que sea más servicial,
que mi primera mirada sea la de misericordia,
que escuche más activamente,
que agradezca más,
que bendiga más,
que perdone más,
que sea más paciente,
que sea más alegre en lo cotidiano,
que sea más transparencia de tu inmenso amor.
Cristo Jesús,
hazme más sabio según el reino.
Cristo Jesús,
hazme más humano según el reino.
Cristo Jesús,
que sea más humilde según el Reino.
¡Haznos más cristianos!
Amar
Señor, nos complicamos la vida.
Somos así,
demasiado humanos.
Tú, Señor, nos regalas lo esencial de lo esencial.
Y nosotros nos complicamos la vida
y se la complicamos a los demás
con nuestras puñeterías.
Señor, danos valentía para afrontar que lo esencial es el amor,
el respeto,
el cuidado,
la comunión.
¡Haznos como niños!
Seño, danos valentía para mirarnos a nosotros mismos
y descubrir que tu presencia
es lo que nos sustenta,
nos vertebra,
nos vitaliza.
¡Haznos más auténticos!
Señor, danos valentía para enfocarnos en lo que de verdad importa…
las personas,
la escucha,
el acompañamiento
la presencia gratificante en la vida de los demás.
¡Haznos más hermanos!
Señor, danos valentía para tener metas sencillas y claras…
la comunión,
la compasión,
la solidaridad,
el cuidado de los más frágiles.
¡Haznos más evangelio vivo!
Señor, danos valentía para tomar decisiones firmes
para aligerar de enredos demasiado humanos
nuestro paso por la vida,
nuestra vida eclesial,
nuestra vida familiar,
nuestra vida personal.
¡Que nuestras manos, nuestro rostro y nuestras palabras
sean más evangélicas!
Señor, danos valentía para aportar
valor,
calidad,
compasión,
realismo
allí por donde estemos.
¡Haz instrumentos de paz!
Señor, danos valentía para priorizar de verdad el reino… ,
para tomarnos en serio el evangelio,
tomarnos en serio la fe,
tomarnos en serio a nosotros,
tomarnos en serio a ti.
¡Haznos mejores semillas del reino!
Señor, danos valentía para ser agradecidos,
para ser agradecidos con la vida,
para ser agradecidos con los demás,
tan suyos y tan hermanos nuestros…
para ser agradecidos contigo,
maestro,
presencia,
luz.
¡Haznos más cristianos!
…el camino de Dios…
Cristo Jesús, luz de los pueblos.
Ilumina en profundidad
las mentes y los corazones
de los gobernantes de las naciones
para que descubran
los caminos de paz y de fraternidad
allí donde más se necesita,
allí donde hay sufrimiento evitable,
allí donde los más frágiles tienen miedo
… ese miedo de siglos,
maligno,
del que tanto saben
los más débiles y maltratados de la historia.
Cristo Jesús, luz de los pueblos.
Alimenta el deseo de paz de la humanidad
con tu presencia que irradia
santidad y justicia,
esa santidad y justicia
que lleva a la paz de Dios
que es la paz que habita
en el corazón de los mejores
de los seres humanos,
esos que viven día a día
irradiando fraternidad
con sus palabras,
con sus gestos,
con si mera presencia…
Cristo Jesús, luz de los pueblos.
Danos coraje para ser y actuar día a día
como artesanos de tu Reino,
un Reino de vida,
un Reino de cuidados de toda vida,
un Reino en el que todos
los seres humanos desearíamos vivir
porque se garantiza la dignidad de todos
y se potencia lo mejor de cada persona
en una comunión que sana
todas las heridas del mundo.
Cristo Jesús, luz de los pueblos.
Danos paz.
Danos tu paz.
Haznos instrumentos de tu paz
porque deseamos dar a la humanidad
lo que se merece,
una paz que surge de la santidad y de la justicia…
Señor Jesús, luz de los pueblos.
Haznos sembradores de paz
porque deseamos dar a los gobernantes lo que se merecen,
el estímulo y la profecía de paz y justicia que la humanidad se merece…
Señor Jesús, luz de los pueblos.
Haznos sembradores de paz
porque deseamos darte, Señor Jesús,
los frutos de tantos y tantos dones
que nos has dado y que nos das…
dones que se han convertido
en la tarea de nuestra vida:
humanizar cada vez más la humanidad.