QUISERA SER UN ÁNGEL DE PAZ.
Señor Jesús, el Resucitado:
quisiera ser un ángel de paz
e irradiar paz, tu paz,
allá por donde pase.
Creo en Ti, Señor mío y Dios mío.
¡Cristo, paz del mundo,
envíanos Tu Espíritu de Paz!
Señor Jesús, el Resucitado,
quisiera ser un ángel de sabiduría
de tu sabiduría,
con mis palabras,
con mis obras,
con mi presencia.
Creo en Ti, Señor mío y Dios mío.
¡Cristo Jesús, sabiduría del cosmos,
envíanos Tu Espíritu de Sabiduría!
Señor Jesús, el Resucitado,
quisiera ser un ángel de fortaleza,
de tu fortaleza,
con mi trabajo,
con mis compañías,
con mis permanencias
en las dificultades en estos tiempos tan extraños.
Creo en Ti, fortaleza de los frágiles.
¡Cristo Jesús, fortaleza de los que saben sufrir,
envía Tu Espíritu de Fortaleza!
Señor Jesús, el Resucitado,
quisiera ser un ángel de silencio…
un silencio radicalmente compasivo,
un silencio radicalmente confiado,
un silencio radicalmente enraizado en la santidad,
en tu santidad, Cristo Jesús, Santo de los Santos
Creo en Ti, fascinante santidad en la vida
de los que se acercan a Ti.
¡Envíanos Tu Espíritu de Silencio Santo!
Señor Jesús, el Resucitado,
quisiera ser un ángel de justicia,
de tu justicia,
de la justicia del Reino
de la justicia que sana los corazones,
que consuela a los tristes.
que ayuda a quien lo necesita.
Creo en Ti, el justo entre los justos.
¡Envíanos Tu Espíritu de Justicia!
Amén.
Aleluya.
Aleluya.
Aleluya.
O VIVOS O RESUCITADOS.
Señor Jesús, el resucitado,
presente en todo vértigo humano,
presente en todo anonadamiento humano,
presente en todo abismo humano.
La mala muerte de tu mala muerte es penúltima.
Porque penúltima es cualquier experiencia de deshumanización
en lo abyecto de la historia de la humanidad.
Señor Jesús, el resucitado,
misterio último de las entrañas
de todos y cada uno de los seres humanos:
ante ti,
por ti,
en ti:
o vivos o resucitados.
Señor Jesús, el resucitado,
asombro de vitalidad,
asombro de cuidado,
asombro de amor
que impele las fuerzas inagotables
de la materia,
de la vida,
de la historia.
Señor Jesús, el resucitado,
susurro de santa sabiduría:
ante ti,
por ti,
en ti:
o vivos o resucitados.
Señor Jesús, el resucitado.
quiebras definitivamente
los goznes de los ególatras,
las falsedades de los soberbios,
las idolatrías de los poderosos de la historia.
No hay oración de corazón humilde que no escuches.
No hay adoración con pureza de intención a la que no te vincules.
No hay sufrimiento humano que no acojas,
y, en su momento,
en su tiempo,
a tu manera,
lo sanes,
lo integres,
lo bendigas
en tu misterio de amor,
en tu misterio de santidad,
en tu misterio de comunión.
Señor Jesús, el resucitado,
vibración infinita de santidad,
ante ti,
por ti,
en ti:
o vivos o resucitados.
Señor Jesús, el Resucitado.
Sacias la sed de los corazones solitarios.
Alientas la vida permanente.
Eres el fulgor de los seres humanos excepcionales.
Atraviesas lo mejor y lo peor de los seres humanos.
Habitas en toda miseria y en toda grandeza humana.
Palpitas en la intimidad más íntima de cada ser humano.
Señor Jesús, el Resucitado,
ante Ti, hombres y mujeres
de estos tiempos tan extraños,
en comunión anhelante
proclamamos
nuestra fe,
nuestra esperanza,
nuestra alegría
al sentirnos vivos
en tu Vida,
al sentirnos
hermanos contigo,
ante Ti,
por Ti.
Al sentirnos
creyentes,
como tantos y tantos Hijos de la Luz
a lo largo de la fascinante Historia de la Salvación
que recorre, evidente y sumergida,
la Historia doliente y clarividente de la Humanidad.
Señor Jesús, el Resucitado,
aunque la culpa, el sufrimiento, el aislamiento
aún nos corroen y arañan nuestras pupilas,
aunque la maldad arrugue obscenamente
los pliegues de los rostros y las biografías
de tantos y tantos empobrecidos de la historia,
aunque desesperemos, tan humanos,
de nuestras mejores capacidades
en estos tiempos caóticos de inseguridades y miedos,
aunque haya tantos noes sádicos a la dignidad humana,
hoy, una vez más,
Domingo de Resurrección,
Domingo de los domingos,
Domingo de la Santidad…
llenos de pasmo, de alegría, de gozo,
enraizados misericordiosamente en ti,
proclamamos, con los mejores de la humanidad,
que somos uno en el amor,
que somo uno en la vida,
que somos uno contigo,
Dios de Dios, Luz de Luz,
Tú, Cristo Jesús, el Resucitado,
el Santo de los Santos,
la primera y la última palabra
de lo más auténtico de la realidad.
Amén.
Aleluya.
Aleluya.
Aleluya.
carmeloampelio@gmail.com
raspasdefuego.blogspot.com/
SEÑOR JESÚS, LEO Y RELEO TU ENTRADA EN JERUSALÉN.
[Me acosan las preguntas ante este fragmento del tapiz de la condición humana
que es la entrada de Jesucristo en Jerusalén.]
¿Cuándo y cómo terminará mi peregrinación?
¿Por qué peregrino?
¿Hacia dónde peregrino?
¿Con quién peregrino?
¿Peregrino, peregrinamos, realmente hacia Ti, Señor?
A veces me siento como un náufrago cuando anochece.
Pero sé que tú, Señor, nos enseñas a fracasar:
tu fe fundamenta nuestra fe,
tu fe nos enseña a peregrinar.
tu fe nos enseña a caminar casi a ciegas.
¿Cómo sé si he hecho lo que debía hacer en este mundo?
¿Cómo sé el encargo que me has hecho, Señor?
¿Junto con quién colaboro en siembra de tu Reino?
¿Siembro de verdad tu Reino?
Ni quiero ni puedo contar mis cotidianas chapuzas, Señor.
Pero sé que amas sin condiciones,
con esa mirada tuya que no se ha vuelto a dar
en la historia de la humanidad:
la mirada del padre del hijo pródigo,
la mirada a Zaqueo,
la mirada a Lázaro.
¿Tu encargo son mis sueños, nuestros sueños?
¿Tus sueños son mi encargo, nuestro encargo?
¿Cómo ser veraz contigo, Señor?
¿Cómo ser veraz conmigo, Señor?
Ante Ti, lo mejor callarme,
como la adúltera del evangelio.
Sé que me alzas,
misteriosamente,
fraternalmente,
con esa ternura que salva al mundo,
ahora y por siempre.
¿Cuándo será el trayecto final de mi vida?
… me da miedo esta pregunta.
¿Cómo superar el miedo al final de mi vida,
de mi biografía,
de mi existir…
¿Cómo será mi cesación?
¿Sufriré?
¿…cuánta soledad tendré?
Temor.
Temblor.
Íntima congoja en las entrañas de mis entrañas.
¿Acaso me/nos espera una aciaga niebla helada?
¡Auméntame la confianza, Señor!
¡Auméntame la aceptación, Señor!
¡Auméntame la fe, Señor!
¿Estoy camino del Reino de la Vida?
¿Realmente no sé si cuido la vida cotidiana
entre tanto y tanto desquiciamiento
en el que vivo, en el que vivimos?
Ando como un animal herido,
clamando…
Sé que tú sanas,
das consistencia,
generas esa confianza
maternal,
inagotable
santa.
¿Qué reino estoy ayudando a construir, Señor?
¿Llegaré a ser realmente yo mismo
muriendo a lo que he sido en la vida?
¿Cómo morir a mí mismo, Señor?
¿Qué quedará de mí contigo, Señor?
Me siento como un collage amorfo,
desvertebrado,
casi sin identidad propia.
Sé que tu eres el fundamento
de lo que me ha pasado,
de lo que me pasa,
de lo que me pase.
… Por ti, sé que, siempre,
lo mejor está por venir,
amor sobre todo amor.
¿Moriré y alcanzaré mi verdadera verdad?
¿Qué vitalidad tendrá esa verdad contigo, Señor?
¿Cómo ampliar la mirada a mi vida…
para que de verdad sea una mirada fe?
¿Cómo ensanchar mi horizonte…
para que de verdad viva en la esperanza que consuela
y fundamenta la alegría de vivir?
A veces me siento cercano a un insecto.
Pero tú ofreces vida en abundancia,
fascinante y misteriosamente,
en una alfaguara impensable.
¿Acepto ser simplemente un humilde servidor
de tus designios de amor?
¿Realmente mi camino hacia la muerte
es una fiesta
por Ti,
en Ti,
hacia Ti?
EL QUE QUIERA SERVIRME, QUE ME SIGA
Señor, quiero seguirte.
Vivo en un laberinto de espejos distorsionados.
¡Dame la sabiduría de tu luz!
Señor, queremos seguirte.
Rebosamos contradicciones muy humanas.
¡Danos la lucidez de tu luz!
Señor, quiero seguirte.
Vivo desconcertado en este imperio de la sandez.
¡Dame la ciencia de tu luz!
Señor, queremos seguirte.
Estamos cansados.
Estamos hartos.
Estamos indignados.
¡Danos la fortaleza de tu luz!
Señor, quiero seguirte.
Mis heridas y las heridas del mundo
parece que se amplían.
¡Dame la salud de tu luz!
Señor, queremos seguirte.
Coloca nuestra inteligencia de la realidad
en su verdadero sitio:
la contemplación de la presencia de la santidad.
¡Danos la valentía de tu luz!
Señor Jesús, quiero seguirte.
Coloca mi corazón en su verdadero sitio:
el emisor y el receptor de lo que de verdad importa
en la vida:
la comunión,
la santidad,
la paz.
Señor Jesús, queremos seguirte.
Colócanos en la perspectiva adecuada:
vivir tu presencia.
vivir en tu presencia,
vivir contigo en tu presencia
la comunión de toda comunión,
la paz de toda paz,
la salvación de toda salvación.
Señor Jesús, queremos seguirte.
Sólo tú tienes palabras de visa eterna.
Por ti sabemos que la expresión más bella de lo humano
es la entrega de sí.
Tocan tiempos de soltar con audacia.
Tocan tiempos de confiar con fe de alta calidad.
Tocan tiempos de entrega para aportar lo que falta.
Tocan tiempos de optar a fondo perdido
Tocan tiempos de arriesgar según la ciencia de la cruz.
Tocan tiempos de acrisolar nuestra fe,
nuestra esperanza,
nuestra caridad.
Señor Jesús.
Que tu cruz
sea nuestra luz.
EL QUE OBRA LA VERDAD SE ACERCA A LA LUZ.
Cristo Jesús,
vivo en ciudades extrañas,
ruidosas
obsesionadas,
como si huyeran disfrazándose
entre alcohol y coches de alta gama.
Cristo Jesús,
vivo en tiempos extraños,
entre gentes
con desolados paisajes interiores:
sus rostros son rostros disecados,
sus manos son salas de espera sin esperanza,
sus miradas arrugadas rezuman desolación.
Vivo tiempos de éticas para náufragos.
Vivo tiempos de sequía ruidosa.
Vivo tiempos de desiertos llenos de lagartos enfermos.
Vivo tiempos como si viajara
a bordo de un barco enloquecido.
¿Quién va orientado?
¿Quién sabe bien lo que hace?
¿Quién va sobrio
y no se miente a sí mismo?
Me cansa tanto y tanto slogan vacío.
Me cansa tanta epidemia de soledad.
Me cansa tantos y tantos arañazos en el corazón.
Cristo Jesús,
¿Dónde las soluciones?
¿Dónde los profetas?
¿Dónde los caminos
con caminantes fraternales?
Cristo Jesús,
¿Acaso una obra de la luz
sea dejar atrás los escombros
y construir,
con algunos restos
y mucha confianza
nuevos navíos,
nuevas relaciones,
nuevas esperanzas?
Cristo Jesús,
¿Dónde los que se acercan a la luz?
Todo el amor humano,
todo el amor divino
me tiembla en el costado.
SEÑOR JESÚS, HUYO DE MI
Señor Jesús, fuerza y sabiduría de Dios,
sabes lo que hay en el corazón de cada ser humano,
sabes lo que hay en mi corazón…
sabes lo que de verdad me pasa por dentro muchas veces:
huyo de mí,
huyo de mis huidas,
huyo de mis mentiras
ante mí mismo,
ante los demás,
ante Ti.
Señor Jesús, bondad y mirada de Dios,
sabes lo que le conviene a cada ser humano,
sabes lo que me conviene de verdad,
sabes mis debilidades y mis miedos…
Sé que quieres que un templo sea un templo santo y silencioso.
Sé que quieres que una ofrenda sea una ofrenda auténtica y que brote del corazón
Sé que quieres que los cristianos estemos al servido del Reino de la Vida
cuidando toda vida
en todo momento,
con lo mejor de nosotros mismos.
Señor Jesús, misericordia y salvación de Dios,
sabes de lo mejor y de lo peor de la humanidad,
sabes de las sombras y de las luces del corazón de todos y cada uno de nosotros,
sabes de los miedos y las confianzas en las que habitamos día a día…
Sé que me distraigo de lo esencial: Tú y tu salvación.
Sé que me alejo de lo esencial: Tú y tu verdad.
Sé que me alejo de lo esencial: Tú y tu presencia de salvación.
Señor Jesús, intensidad de presencia de Dios.
Señor Jesús, potencia del amor de Dios.
Señor Jesús, el Enmanuel por los siglos de los siglos.
¡Señor Jesús, a ti me acerco,
como un prófugo sediento de redención,
como un desertor sediento de paz,
como un huido sediento de lo santo!
Señor Jesús,
dame más luz en mi vida.
Señor Jesús,
dame más santidad en mi vida.
Señor Jesús,
dame más paz en mi vida…
contigo,
junto a ti,
en ti.
SEÑOR JESÚS, NOS LLAMAS A LA MONTAÑA
Señor Jesús,
nos llamas a la montaña,
al lugar de la revelación,
al lugar de la presencia transformadora de lo santo,
al lugar del despertar radiante de lo mejor que hay en nosotros:
las semillas de la divinidad.
Señor Jesús,
no sabemos bien cómo,
pero intuimos claramente en nuestra conciencia
que lo mejor que nos puede pasar es secundar esa llamada,
ese regalo tan anhelado,
ese reto que sabemos que nos va a mejorar la vida,
a pesar de los desiertos,
las nieblas,
los miedos que nos arañan las entrañas.
Señor Jesús,
no sabemos bien cómo,
pero intuimos con toda claridad,
con toda confianza,
con toda lucidez
que nuestras contradicciones
se disuelven
contigo,
por Ti,
en Ti.
Señor Jesús,
nos llamas a la montaña,
nos llamas a una relación,
a la relación por excelencia,
a la relación que da sentido, significado y sensibilidad
a nuestra biografía tan humana,
tan vulnerable,
tan contradictoria.
Señor Jesús,
nos llamas a contemplar la santidad
que habita en Ti y que habita en nosotros,
nos llamas a compartir
lo mejor que somos y tenemos
gracias a tantos y tantos dones
de tantas y tantas personas.
Señor Jesús,
nos llamas a experimentar el nacimiento nuevo
que proviene de tu presencia en nosotros,
nos llamas a expresar la salvación
que nos concedes con las mejores potencialidades
que tenemos en nuestra inteligencia,
en nuestra libertad
y nuestro amor
para congregar a todos en la unidad de las unidades,
la unidad de los hijos de Dios,
en la unidad de la fraternidad
por encima de triviales diferencias tribales.
Señor Jesús: nos llamas,
a cada uno,
por nuestro nombre.
Directamente.
Con poder y con infinita ternura.
Con poder y con infinita paciencia.
Con poder y con infinito deseo de comunión.
Señor, Jesús,
no sé si soy tan valiente
para responder a la altura de lo que regalas.
No sé si soy capaz de vivir
diariamente como nos propones.
No sé si me siento dispuesto a abrir mi corazón
para que entre tu presencia,
tu divinidad,
tu luz
y me transforme
en testigo de la luz definitiva
que eres Tú.
No sé si soy capaz de mostrarme
tal cual soy y estoy, ante ti,
Dios de Dios, Luz de luz
para que me regeneres, me conviertas, me salves.
Señor Jesús,
quisiera tirar a la basura
tanta y tanta costra acumulada
por mi avidez, mi codicia y mi ceguera.
¡Ayúdame, Señor de la pureza de corazón!
Señor Jesús,
quisiera derribar las chabolas de mi comodidad,
tan ávidos de baratijas, de payaseos, de simulacros.
¡Ayúdame, Señor de la autenticidad humana!
Señor Jesús,
quisiera silenciarme,
quisiera aquietarme,
quisiera simplemente ser…
estar amándote.
¡Ayúdame, Señor del amor sobre todo amor!
Señor Jesús,
sé que te acercas
a los caídos.
No sé si quiero abajarme…
Señor Jesús,
derríbame,
desmoróname,
desmenúzame.
¡Sé que me levantarás
para vivir a la altura
de la dignidad
a la que nos llamas,
la dignidad de los Hijos de Dios,
hermanos de todos los hombres,
cuidadores de la vida,
de toda vida!
¡Señor Jesús,
Señor de las paradojas salvadoras,
Señor de las palabras deslumbrantes,
Señor de la Presencia sobrecogedora y fascinante!
SEÑOR JESÚS, NO TENDRÉ TEMOR ANTE LO QUE ME PASE EN LA VIDA
Señor Jesús, no tengo idea de adónde voy.
¡Auméntame la fe
aunque me cerquen sombras de muerte que crecen como un cáncer!
Señor Jesús, no veo el camino delante de mí.
¡Auméntame la esperanza
aunque me cerquen tinieblas de sinsentido que hielan mi sensibilidad y mi corazón!
Señor Jesús, no puedo saber con certeza dónde terminaré con mi cuerpo gastado.
¡Auméntame la comprensión
aunque me cerquen sombras de absurdo que disuelven las pocas certezas que tengo!
Señor Jesús, no me conozco realmente, soy una amalgama de contradicciones.
¡Auméntame el autoconocimiento
aunque me cerquen sombras de baja autoestima tan realistas, tan puñeteras!
Señor Jesús, aunque crea que siga tu voluntad no significa que en realidad lo esté haciendo.
¡Auméntame la autenticidad
aunque me cerquen sombras de pecado que me devoran, idólatras!
Señor Jesús, no confío fácilmente en que cuidas de verdad de nosotros.
¡Auméntame la confianza
aunque me cerquen sombras de soberbia tan ciegas y tan estúpidas!
Señor Jesús, temo cambiar, crecer, abrirme a nuevas experiencias humanas y espirituales.
¡Auméntame la valentía interior
aunque me cerquen sombras de cobardía humana, demasiado humana!
Señor Jesús, vivo atado a mi pasado, a mis errores, a mis remordimientos.
¡Auméntame la apertura
a tu amor sobre todo amor tan universal,
tan a la medida,
tan liberador!
Señor Jesús, me cuesta tanto reconocer que las capacidades que tengo son la tarea que me encomiendas.
¡Auméntame la libertad
para dar de mí y de lo mejor de mí en la siembra del Reino de Dios!
Señor Jesús, me rindo demasiado pronto ante las dificultades.
¡Auméntame la capacidad de entrega,
la perseverancia,
la paciencia…
la sensibilidad ante los ritmos del crecimiento espiritual!
Señor Jesús, me cansa tanta y tanta insignificancia que me rodea y me presiona.
¡Auméntame la sensibilidad
ante tu presencia en cada ser humano que me encuentro en la vida!
Señor Jesús, tantas y tantas veces me resisto a la realidad.
¡Auméntame la capacidad de realismo
para intuir las posibilidades de cuidar tu Reino que ya ha empezado entre nosotros!
Señor Jesús,
no tendré temor ante lo que me pase en la vida
porque sé muy claramente
que siempre estás conmigo…
siempre estás con nosotros,
los humanos, tan humanos…
tan humanitos…
y que nunca dejarás
que afrontemos solos nuestros peligros,