SÁLVAME, SEÑOR.
Sálvame, Señor, de querer tener respuestas claras y controlables.
Sálvame, Señor, de mis gestos y palabras de superioridad.
Sálvame, Señor, de mi necesidad de control y de poder.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis durezas de corazón.
Sálvame, Señor, de mis durezas de sensibilidad,
Sálvame, Señor, de mis durezas de ideas y opiniones.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis aversiones arbitrarias.
Sálvame, Señor, de mi manía de poner etiquetas a las situaciones y a las personas.
Sálvame, Señor, de creer que sé las intenciones de las personas.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de la necesidad de certezas.
Sálvame, Señor, de mis intolerancias.
Sálvame, Señor, de mis resistencias al cambio.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis rigideces.
Sálvame, Señor, de mis inflexibilidades.
Sálvame, Señor, de mis inmovilismos.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis miedos.
Sálvame, Señor, de mis temores.
Sálvame, Señor, de mis nerviosismos.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis obstinaciones.
Sálvame, Señor, de mis intransigencias.
Sálvame, Señor, de mis inquebrantabilidades.
¿Cómo evangelizar así?