¡Qué grande es tu fe!
Señor Jesús, no sé cómo es mi fe.
No quiero autoengañarme:
muchas veces siento que es
como un arbusto en medio de un secarral kilométrico.
Deambulo, a través de los años,
buscándome la vida como puedo.
Como tantos y tantos
en esta sociedad y en esta cultura
en crisis sistémica.
¿Cómo saber cómo es de verdad mi fe?
Sobrevivo en ciudades hostiles.
Llenas de ruidos y desamparos.
Llenas de tantas clases de miseria.
¿Cómo saber de verdad la textura de mi fe?
Camino entre palabras descorazonadoras,
irritantes,
resentidas.
¿Cómo saber la consistencia de mi fe?
Voy errante entre soledades,
escombros de esperanzas
y una tristeza basal
que rezuma en rostros,
cuerpos,
miradas.
¿Cómo saber lo que me aporta la fe?
Respiro entre fracasos,
desolaciones,
desarraigos
entre tantas y tantas quimeras
de plástico,
propaganda
y falsedades.
¿Cómo saber la calidad de mi fe?
¿Dónde gentes con voluntad de verdad?
¿Dónde gentes con voluntad de bien?
¿Dónde gentes con voluntad de fraternidad?
Señor Jesús, no sé cómo es mi fe.
Las preguntas me acosan.
La sed de autenticidad de quita la paz.
El deseo de sentido no me deja dormir.
Señor Jesús, no sé cómo es mi fe.
Deambulo entre discursos de odio…
impunes,
tóxicos,
inhumanos…
discursos de odio emitidos
incluso por quien se dice creyente,
incluso por clérigos renombrados,
incluso revestidos predicando en una iglesia.
¿Dónde su voluntad de santidad?
¿Dónde su voluntad de justicia?
¿Dónde su voluntad de comunión?
Señor Jesús, no sé cómo es mi fe.
Intento bajar hasta lo más profundo de mi…
y reconocerme allí
ante ti.
Paso días en retiro.
Paso días de desierto.
Paso días en recogimiento.
Y hoy solamente puedo decirte,
Señor Jesús,
que no sé cómo es mi fe.