Señor Jesús, nos faltan palabras
para darte gracias por tu llamada
a cada uno de nosotros
por nuestro nombre propio!…
¡tantas y tantas veces sentimos
que nuestra fe es débil
y nuestro compromiso poco consistente!
Aún así nos sentimos asociados
en la fe y en la vida
de tantos profetas,
de tantos enviados,
de tantos misioneros
que, con su vida, han cantado
la grandeza de tu amor,
de tu presencia,
de tu salvación.
Señor Jesús,
tu Espíritu sigue llamando,
con esa sabiduría que tanto y tanto
nos desconcierta,
a toda clase de servidores
para sembrar vida en abundancia,
para sanar los quebrantos de tantos corazones,
para generar paz y comunión
donde los odios humanos
destrozan la belleza de la vida.
Quisiéramos salir aún más de nuestras cómodas rutinas,
abandonar los rincones cálidos donde nos refugiamos,
abrir nuestras vidas y nuestros grupos a cualquier ser humano
necesitado de luz, compañía, fraternidad…
justicia humana y abrazo de fraternidad…
a tantos y tantos humanos necesitados de procesos
de escucha,
de rehabilitación,
de encontrar sentido
en este extraño mundo que nos toca vivir.
Señor Jesús, que estás tan presente
en nuestro interior
y en todas las personas
con las que nos encontramos en la vida,
haznos mejores testigos de la fe en ti
con nuestras presencias,
nuestras palabras,
nuestras obras.
¡Haznos más Iglesia,
haznos más eficaces,
haznos mas significativos!
Señor Jesús, haz que nos tomemos más en serio nuestra fe.
Señor Jesús, haz que nos tomemos más en serio tus mandatos.
Señor Jesús, haz que nos tomemos más en serio
la confianza que depositas en nosotros.
Señor Jesús, que caminas con nosotros
en nuestros compromisos,
haznos mejores misioneros,
que no seamos indiferentes
a las necesidades reales
de la sociedad y la cultura en la que vivismos,
que tengamos la sensibilidad y la valentía
del Buen Samaritano.
Señor Jesús,
santificados y habilitados por tu gracia,
alzamos nuestra mente y nuestro corazón
con las palabras del salmista:
¡sirvamos al Señor con alegría!
¡sirvamos a la humanidad con alegría!