SEÑOR JESÚS, LEO Y RELEO TU ENTRADA EN JERUSALÉN.
[Me acosan las preguntas ante este fragmento del tapiz de la condición humana
que es la entrada de Jesucristo en Jerusalén.]
¿Cuándo y cómo terminará mi peregrinación?
¿Por qué peregrino?
¿Hacia dónde peregrino?
¿Con quién peregrino?
¿Peregrino, peregrinamos, realmente hacia Ti, Señor?
A veces me siento como un náufrago cuando anochece.
Pero sé que tú, Señor, nos enseñas a fracasar:
tu fe fundamenta nuestra fe,
tu fe nos enseña a peregrinar.
tu fe nos enseña a caminar casi a ciegas.
¿Cómo sé si he hecho lo que debía hacer en este mundo?
¿Cómo sé el encargo que me has hecho, Señor?
¿Junto con quién colaboro en siembra de tu Reino?
¿Siembro de verdad tu Reino?
Ni quiero ni puedo contar mis cotidianas chapuzas, Señor.
Pero sé que amas sin condiciones,
con esa mirada tuya que no se ha vuelto a dar
en la historia de la humanidad:
la mirada del padre del hijo pródigo,
la mirada a Zaqueo,
la mirada a Lázaro.
¿Tu encargo son mis sueños, nuestros sueños?
¿Tus sueños son mi encargo, nuestro encargo?
¿Cómo ser veraz contigo, Señor?
¿Cómo ser veraz conmigo, Señor?
Ante Ti, lo mejor callarme,
como la adúltera del evangelio.
Sé que me alzas,
misteriosamente,
fraternalmente,
con esa ternura que salva al mundo,
ahora y por siempre.
¿Cuándo será el trayecto final de mi vida?
… me da miedo esta pregunta.
¿Cómo superar el miedo al final de mi vida,
de mi biografía,
de mi existir…
¿Cómo será mi cesación?
¿Sufriré?
¿…cuánta soledad tendré?
Temor.
Temblor.
Íntima congoja en las entrañas de mis entrañas.
¿Acaso me/nos espera una aciaga niebla helada?
¡Auméntame la confianza, Señor!
¡Auméntame la aceptación, Señor!
¡Auméntame la fe, Señor!
¿Estoy camino del Reino de la Vida?
¿Realmente no sé si cuido la vida cotidiana
entre tanto y tanto desquiciamiento
en el que vivo, en el que vivimos?
Ando como un animal herido,
clamando…
Sé que tú sanas,
das consistencia,
generas esa confianza
maternal,
inagotable
santa.
¿Qué reino estoy ayudando a construir, Señor?
¿Llegaré a ser realmente yo mismo
muriendo a lo que he sido en la vida?
¿Cómo morir a mí mismo, Señor?
¿Qué quedará de mí contigo, Señor?
Me siento como un collage amorfo,
desvertebrado,
casi sin identidad propia.
Sé que tu eres el fundamento
de lo que me ha pasado,
de lo que me pasa,
de lo que me pase.
… Por ti, sé que, siempre,
lo mejor está por venir,
amor sobre todo amor.
¿Moriré y alcanzaré mi verdadera verdad?
¿Qué vitalidad tendrá esa verdad contigo, Señor?
¿Cómo ampliar la mirada a mi vida…
para que de verdad sea una mirada fe?
¿Cómo ensanchar mi horizonte…
para que de verdad viva en la esperanza que consuela
y fundamenta la alegría de vivir?
A veces me siento cercano a un insecto.
Pero tú ofreces vida en abundancia,
fascinante y misteriosamente,
en una alfaguara impensable.
¿Acepto ser simplemente un humilde servidor
de tus designios de amor?
¿Realmente mi camino hacia la muerte
es una fiesta
por Ti,
en Ti,
hacia Ti?