Te damos gracias, Dios Padre bueno, por tantos dones.
Asombrados, reconocemos que estamos implantados en un fascinante despliegue de energía que nos impele hacia una plenitud que no podemos nombrar ni apenas intuir pero del que hablan los grandes místicos de la humanidad con sus metáforas deslumbrantes y sus vidas ejemplares.
Nos duele el hecho de que muchos de nuestros contemporáneos vivan desorientados y lamenten el hecho de haber nacido… no han encontrado maestros de espiritualidad que les ayuden a descubrir tu presencia y tu insistencia.
Te damos gracias, Dios Padre bueno, por el don de la vida.
Somos conscientes del misterio que compartimos con todos los seres vivos: es un inmenso derroche de poder y de creatividad que se abre paso con una fuerza y una sabiduría que sólo puede provenir de ti.
Nos duele el poco cuidado de la creación, el daño codicioso a tantos y tantos seres vivientes, el idólatra sentido de dominio para ganar dinero que acaso nos lleve a un colapso y a un sufrimiento inimaginable.
Te damos gracias, Dios padre bueno, por el don de ser seres humanos.
Nos reconocemos hermanos de todos los hombres, sea cual sea su condición y circunstancia secundaria mucho más allá de las barreras culturales, religiosas, ideológicas, sociales…
Nos duele que tantos y tantos no vean reconocidos sus derechos humanos y experimenten sufrimientos claramente evitables, hechura de idólatras manos humanas.
Nos has dado el don de la capacidad religiosa.
Con tantos y tantos desde los orígenes de la humanidad nos sabemos en camino de crecimiento espiritual y de madurez humana. Cristo, tu hijo es nuestra luz, nuestro camino, nuestra verdad que nunca nos deja solos con su presencia constante de resucitado en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestras comunidades, en nuestras diócesis, en la Palabra de Dios, en los sacramentos, en la multiforme vida de la Iglesia.
Y nos sabemos en comunión con todos los hombres y mujeres religiosos, en ese camino fascinante de santidad y justicia que los mejores nos indican de palabra y de obra. Sí, Padre, tu semilla fructifica en todas las mujeres y en todos los hombres de buena voluntad que irradian santidad, bondad, cuidado de la vida y de a fraternidad. En todos los que palían el hambre y sed de justicia que tantos tienen hoy en día.
Te damos gracias, Dios Padre bueno, por tantos dones.
Sabemos que nos acompañas en la tarea de evangelizar, en la tarea de ser samaritanos, en la tarea de mostrar misericordia, en la tarea de mostrar caminos, en la tarea de crear novedades, en la tarea de ser testigos de la alegría de salvación.
Gracias, gracias, gracias.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Amén. Amén. Amén.