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nº 01212
LAS ALGARROBAS DE LA VIDA
Dios Padre/Madre…
Nos alejamos de ti,
pero no dejamos de anhelarte.
Nos alejamos de nuestras raíces,
pero sabemos, en el fondo de nosotros, quiénes somos
y que podemos volver a lo mejor de nosotros.
Nos aturdimos con diversiones,
aunque sabemos que la verdad de la vida
está en la comunión de amor contigo.
Nos desperdiciamos estúpidamente,
pero sabemos, en lo más auténtico de nosotros,
que no está todo perdido.
Dios Padre/Madre…
Eres santo y ofreces santidad.
Eres justo y ofreces justicia.
Pero sobre todo eres amor sobre todo amor,
abrazo sobre todo abrazo,
encuentro sobre todo encuentro.
Vida dando vida
y esperando para la vida sobre toda vida.
Dios Padre/Madre…
sin sombra de rencor,
sin sombra de venganza,
sin sombra de desconfianza…
asombro de un infinito amor
que fundamenta,
posibilita,
impele,
misteriosamente,
constantemente,
sutilmente
toda la realidad
y especialmente el corazón
de todos y cada uno de los seres humanos.
Dios Padre/Madre…
ante ti, ante los demás
que seamos
perdón,
acogida,
paz…
porque muchas veces hacemos el tonto por la vida
y encima nos creemos mejores que los demás,
nos creemos más listos que los demás,
más cristianos que los demás.
Dios Padre/Madre…
perdónanos.
No sólo somos pecadores…
somos inconscientes…
somos estúpidos
al desperdiciar los dones,
las maravillosas capacidades
de la inteligencia,
de la libertad
y del amor que tenemos.
Dios Padre/Madre…
Paciencia sobre toda paciencia meramente humana.
Sabiduría sobre toda sabiduría simplemente humana.
Esperanza contra toda esperanza.
Danos lucidez,
valentía
y fe
para recapacitar
y entregarnos a tu corazón.
Dios Padre/Madre…
que no le tengamos miedo a las algarrobas
de la vida…
ganadas a pulso,
esperpénticamente,
con nuestras tonterías…
algarrobas que son preámbulo de la fiesta sin fin,
algarrobas que son el detonante de la alegría de la salvación,
algarrobas que son el inicio del fin de nuestra huida de nosotros mismos
y el inicio de peregrinar hacia el abrazo infinitamente humano,
un abrazo sin condiciones,
sin letra pequeña,
sin cláusula de rescisión…
Dios Padre/Madre…
… fiesta sobre toda fiesta…
¿Cómo agradecerte
lo que has hecho,
lo que haces
y que harás por nosotros?
Ahora,
hoy,
sólo podemos llorar
de alegría…
TÚ, EN EL SILENCIO HABITADO
Señor Jesús,
Tú, en el silencio habitado entre tanto ruido y tanto miedo.
Señor Jesús, nuestra paz amorosa.
Tú, misterio de Vida.
Señor Jesús,
Tú, en la raíz de nuestro peregrinar, entre tanto sobresalto y desconcierto.
Señor Jesús, nuestra paz cierta.
Tú, misterio de esperanza.
Señor Jesús,
Tú, energía de nuestras energías entre tanto cansancio y hastío.
Señor Jesús, nuestra luz inagotable.
Tú, misterio de los dinamismos de la realidad.
Señor Jesús,
Tú, respuesta a nuestras preguntas esenciales entre tanta mentira y tanta falsedad.
Señor Jesús, nuestra confianza.
Tú, misterio de permanente lealtad.
Señor Jesús,
Tú, mirada amorosa
sobre todo lo que nos pasa,
sobre todo lo que nos duele,
sobre todas nuestras mezquindades
personales y colectivas.
Señor Jesús, alimento constante
para nuestra desgastada espiritualidad,
para nuestra desgastada comunidad,
para nuestra desgastada Iglesia.
Tú, siempre sorprendente estímulo
del sí a la vida
del sí al cuidado de la vida,
del sí a estar al lado
de los tirados en las cunetas de la historia.
Señor Jesús,
estímulo,
impulso,
fuerza…
¿Cómo responder,
en estos convulsos tiempos
a tu llamada
a anunciar tu sí definitivo a la vida
a la humanidad
que anhela paz,
que desea fraternidad,
que busca justicia?
Señor Jesús,
viviente eminente entre los vivientes,
santo supremo entre los santos,
justo que justifica a todos los que abren su corazón
a tu ilimitado amor,
mejora nuestra fe,
incrementa nuestra esperanza,
danos audacia
para proclamar lo esencial:
la santidad a la que estamos llamados,
santidad que ya ha empezado,
santidad que irradia justicia
de pensamiento,
de palabra
y de obra.
Señor Jesús,
arraigados en Ti,
audaces contigo,
sabemos nuestro lugar en el mundo:
ser peregrinos
llenos de sentido,
llenos de significado,
llenos de sensibilidad
para el Reino,
tu Reino,
el Reino
que tiene destellos de presencia
en todos los que cuidan
la vida,
la fraternidad
ASOMBRO ANTE TI
Señor Jesús,
misterio de Dios entre nosotros.
Asombro ante ti,
misterio de vida.
Señor Jesús,
misterio de los hombres ante Dios.
Asombro ante ti,
misterio de la vida de los hombres.
Señor Jesús,
misterio de nuestro existir como seres humanos.
Asombro ante ti,
misterio de las raíces de nuestro ser.
Señor Jesús,
misterio del camino de los hombres hacia Dios.
Asombro ante ti,
misterio de nuestro anhelo más profundo de santidad.
Señor Jesús,
misterio de la fuerza de Dios.
Asombro ante ti,
misterio de que nos llama a la plenitud.
Señor Jesús,
misterio del Dios de todas las energías.
Asombro ante ti,
misterio de los siempre fascinantes dinamismos de la realidad.
Señor Jesús,
Palabra de la Palabra de Dios.
Asombro ante ti,
misterio de la verdad a la que todos podemos acceder.
Señor Jesús,
misterio de la mirada amorosa,
misterio de la presencia constante,
misterio de los estímulos que nos alimentan.
Asombro ante ti,
el Sí del Sí a la vida,
el Sí del Sí a la esperanza,
el Sí del Sí al corazón del hombre.
Señor Jesús,
el Viviente de los vivientes,
el Santo de los santos,
el Justo de los justos.
Señor Jesús,
arraigados en Ti,
audaces contigo,
sabemos nuestro lugar en el mundo,
sabemos la tarea que nos toca hacer,
sabemos los compañeros de camino:
los que cuidan la santidad,
los que cuidan la justicia,
los que cuidan la vida,
cualquier vida,
ESPERANDO TU MIRADA
Señor Jesús, maestro de humanidad,
maestro de santidad,
maestro de crecimiento humano y crecimiento espiritual.
Me siento desbordado por mis limitaciones,
me siento triste por mis errores,
me siento incapaz de llamarme pecador.
Me cuesta escuchar de verdad,
me cuesta acoger y dejar espacio a la persona concreta que tengo delante,
me cuesta desprenderme de mis prejuicios, tan irreales como injustos,
me cuesta abrirme de verdad a la presencia de la santidad en mí y en los demás.
Me siento ajeno a tanto y tanto sufrimiento que hay en el mundo y cerca de mí
No soy capaz de bendecir por tanto y tanto bueno que hay a mi alrededor.
Me da mucho miedo hablar del evangelio de un modo profético a los que hablan conmigo.
No me veo capaz de mejorar ni en conductas ni en obras.
Me cuesta reconocer a los maestros de humanidad y de santidad,
me cuesta la humildad de la obediencia a lo que debo lealtad y fidelidad,
me cuesta mirar al fondo más auténtico de lo humano de los mejores con los que me cruzo en la vida,
me cuesta reconocer que puedo ser un Cristo para los seres humanos que me tienen cerca.
No te busco en el silencio de mi interior ni en lo que ocurre en mi transcurrir diario.
Vivo momentos de frustración cercana a la ira cuando no me salgo con la mía de inmediato.
Tengo momentos de soberbia cuando parece que alguien se pone en mi camino, estorbándome.
Hay veces que la envidia me corroe, amarilleándome la mirada y el ánimo.
Me cuesta abrirme a nuevas perspectivas,
me cuesta prestar atención al milagro del Espíritu en la vida cotidiana,
me cuesta reconocer que los obstáculos son la mejor ocasión de aprendizaje,
me cuesta aceptar que el crecimiento es soltar y soltar y soltar las cabezonerías del ego.
Muchas veces me indigno por caprichos, por banalidades, por mezquindades que siembro y siembro.
Hay días que la amargura es mi compañera de respiración, de resuello, de aspereza.
Tantas y tantas veces juzgo con resentimiento al que es, simplemente, de un vivir diferente al mío.
No profundizo en mis pensamientos y me dejo llevar por la falsa seguridad de quien se cree más listo que la vida.
Me cuesta aceptar que nacemos para amar y servir,
me cuesta entregarme al amor que nos sana,
me cuesta la serenidad afianzada en la de verdad, en la fe auténtica, en la fe santa,
me cuesta abrir los ojos y el corazón a la gran verdad de que realmente todo es para bien.
Hay tanto en mí, Señor, del tener, del mandar, del aparentar en todas sus variantes, en tantas ramificaciones, en tantas facetas de las que huyo, encerrándome en mis canijos intereses muy a corto plazo.
Señor Jesús, maestro de humanidad,
maestro de santidad,
maestro de crecimiento humano y crecimiento espiritual:
Escrito esta oración ante Ti, esperando, simplemente tu mirada, como hiciste con la adúltera.
LUZ DE LUZ
Jesús, maestro de las mejores palabras para la vida de los hombres.
Palabras que nos llegan a lo hondo,
palabras que nos mejoran,
palabras que nos aligeran de las asperezas de la vida.
Jesús, maestro de la verdad del corazón del ser humano.
Ábrenos los oídos de la conciencia,
ábrenos los ojos de la misericordia,
ábrenos los ojos la voluntad de verdad y de bien.
Jesús, maestro de las palabras que crean fraternidad.
Palabras que nos arrastran a dar lo mejor de nosotros a los demás,
palabras que nos alimentan con lo que de verdad importa en la vida,
palabras que nos orientan en estos tiempos convulsos que nos toca vivir.
Jesús, maestro de la comunión.
Impúlsanos a descentrarnos de nuestro ego violento,
impúlsanos a arriesgarnos a la aventura de cuidar la vida en serio,
impúlsanos a ser personas para que la santidad y justicia en este mundo tan maltratado.
Jesús, maestro de las palabras que hacen crecer.
Palabras que nos renuevan una y otra vez a lo largo de nuestras medianas biografías,
palabras que nos hacen tocar la tierra de los hombres con hambre y sed de justicia,
palabras que nos dan el horizonte de plenitud al que aspira todo ser humano.
Jesús, maestro de la esperanza.
Que miremos como tú mirabas a los seres humanos que nos encontremos en la vida.
Que hablemos del Reino como tú hablabas a los seres humanos maltratados por la vida.
Que actuemos a favor de la vida como tú hacías con los hombres dolientes que te encontrabas por los caminos de tu vida.
Jesús, maestro de las palabras que sanan.
Palabras que inspiran a amar sin medida,
palabras que nos llegan en el momento y la forma adecuadas,
palabras que nos regeneran y nos lanzan mucho más allá de lo que jamás hubiéramos imaginado.
Jesús, maestro del amor.
Un amor sin fronteras de ninguna clase,
un amor sin etiquetas que excluyen,
un amor sobre todo amor imaginable.
Jesús, maestro de las palabra que cuidan a las personas.
Palabras a la medida de las necesidades más reales de cada uno,
palabras oportunas que nos llegan en los momentos que realmente podemos entenderlas,
palabras que nos cambian la vida cuando de verdad estamos preparados para la vida nueva.
Jesús, maestro del cuidado.
Maestro del respeto que nos reconstituye,
maestro del aprecio que nos alegra definitivamente la vida,
maestro de la delicadeza frente a nuestras heridas tan humanas, tan demasiado humanas.
Jesús, maestro de las palabras de vida eterna.
Palabras que resuenan maravillosamente en nuestro dolorido interior,
palabras que nos nombran como nadie nunca jamás nos ha nombrado jamás,
palabras que nos llaman por nuestro nombre para peregrinar hacia la vida eterna.
Jesús, maestro de las palabras definitivas que escuchamos en el silencio de la noche.
Jesús, maestro de las palabras definitivas que escuchamos en la intensidad de la devoción.
Jesús, maestro de las palabras definitivas que nos llegan a través de los mejores de tu Iglesia.
Jesús, maestro de las palabras
que sacian nuestra sed de humanidad,
sacian nuestra sed de comunión,
sacian nuestra sed de santidad.
LUZ DE LUZ
Señor, lo peor de mi me ciega a tu presencia que crea hermandad.
Los malos pensamientos hacia los demás me arañan el rostro y envenenan mis palabras.
Señor Jesús, luz del mundo: disuelve mis sombras.
Hazme luz de tu luz.
Señor Jesús, la tentación de imponerme por la fuerza me domina.
Los enemigos interiores transmutan mi corazón en una piedra inerte.
Señor Jesús, luz del mundo: sanea mi corazón dañado.
Hazme luz de tu luz.
Señor Jesús, no puedo evitar la aversión hacia los que dañan a los demás sin necesidad.
La cerrazón de mi soberbia seca mi capacidad de misericordia.
Señor Jesús, luz del mundo: ábreme a lo mejor de mí mismo y de los demás.
Hazme luz de tu luz.
Señor Jesús, genero demasiadas veces conflictos por la obcecación de mi ego.
Mi avidez de autoafirmarme sea como sea me vence una y otra vez.
Señor Jesús, luz del mundo: transfórmame en un instrumento de tu paz.
Hazme luz de tu luz.
Señor Jesús, a veces creo que soy un caso perdido.
Señor Jesús, a veces creo que soy un fraude.
Señor Jesús, a veces creo que soy un fatuo con un disfraz de creyente.
Señor Jesús, desde lo más honde mí
sé que me habitas,
sé que me miras con misericordia,
sé que fundamentas misteriosamente la confianza
en que la última y radical esencia de la realidad es el amor.
Señor Jesús,
no sé cómo pero intuyo
la alegría que de todo es don,
de que todo es gracia,
de que todo ocurre para acercarme más a ti.
Señor Jesús,
que mi vida
sea un sí a la vida,
tu vida…
un sí a la comunión,
tu comunión…
un sí a la tolerancia,
tu tolerancia…
un sí al perdón,
tu perdón…
un sí al cuidado,
tu cuidado…
un sí a la mansedumbre,
la mansedumbre del buen pastor.
Amén.
Aleluya.
BIENAVENTURADOS
Bienaventurados los profetas del cuidado de la vida porque se centran en lo esencial.
Bienaventurados los alternativos a la cultura de la muerte porque son un síntoma de esperanza.
Bienaventurados los que superan los apegos tóxicos de la tener y del aparentar porque irradian la vida nueva del evangelio.
Bienaventurados los que sufren por el dolor ajeno evitable porque ellos tienen corazón y manos del Reino.
Bienaventurados los que buscan la santidad en su vida porque testimonian la mejor parte del ser humano.
Bienaventurados los que se asocian para el bien de los más empobrecidos porque Dios los cuenta como de los suyos.
Bienaventurados los austeros porque su corazón estará abierto al encuentro.
Bienaventurados los que siembran misericordia día a día en este mundo tan inhóspito porque dan pistas de mejora de la realidad.
Bienaventurados los que se quitan de encima escombros de las ruinas culturales y exploran nuevas constelaciones de sentido porque son luces en la mejora de la cultura.
Bienaventurados los que cuidan la bondad de sus palabras porque ayudan a la convivencia en serenidad y confianza.
Bienaventurados los que crean puentes de encuentro y plazas de convivencia porque aportan espacios y métodos que nos hacen mucha falta.
Bienaventurados los hospitalarios porque nos señalan que los seres humanos somos de verdad, en el fondo y en la forma, hermanos.
Bienaventurados los creadores de belleza porque hermosean esta cultura llena de fealdades.
Bienaventurados los que viven con simplicidad porque nos indican caminos de la nueva humanidad.
Bienaventurados los que no juzgan porque siembran paz por donde pasan.
Bienaventurados los que miran más a las personas que a su móvil porque crecen en humanidad.
Bienaventurados los que buscan de verdad la verdad porque en su vida encuentran indicios de la presencia de Dios.
Bienaventurados los inclusivos porque anuncian la gran fraternidad a la que estamos llamados.
Bienaventurados los que son conscientes de sus responsabilidades como ciudadanos honestos y responsables que aportan calidad de vida sus relaciones.
Bienaventurados los que desean que todos los seres humanos vivan realmente todos los seres humanos porque son la indicación de los modos y de los deseos del Dios del Reino.
Bienaventurados los que se asocian con los mejores de esta cultura tan llena de paradojas porque nos ayudan a detectar los destellos de lo mejor de lo humano.
Bienaventurados los abiertos de corazón al ecumenismo y al diálogo interreligioso porque están empezando a construir la santidad que alumbra a la humanidad desde los inicios de los tiempos.
Bienaventurados los que mantienen la serenidad en estos tiempos caóticos porque ayudan a vivir lo mejor de la vida
Bienaventurados los que saben silenciarse en estos tiempos de ruidos envilecidos porque son testigos de que podemos vivir más y mejor como seres humanos.
Bienaventurados los que logran no juzgar en estos tiempos tan egocéntricos porque profetizan la solución a la sed de comunión que habita en el corazón de todos los seres humanos.
Bienaventurados los que alcanzan paz en estos tiempos tan ansiosos porque nos ayudan a mantener la esperanza en que no vamos de mal en peor.
Bienaventurados los que generan confianza en estos tiempos de sospecha continua porque nos recuerdan que la vida tiene sentido a pesar de los pesares.
Bienaventurados los que se enfocan en lo que pueden controlar en estos tiempos caóticos porque dan ejemplo para ser semillas del Reino de la vida.
Bienaventurados los descentrados de sí en estos tiempos narcisistas porque nos indican que somos capaces de estar abiertos realmente a las necesidades de los demás.
Bienaventurados los que superan creencias poco saludables en estos tiempos de irracionalidad porque nos ayudan a mantenernos en el camino del crecimiento personal.