IBAN: ES56 0237 0330 1091 5680 4577
BIZUM: 01212
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nº 01212
¡VEN, QUE SE NOS SECA EL CORAZÓN!
¡Ven, que se nos seca el corazón!
Casi cegados en estos tiempos cínicos de hienas.
¡Ven ya, Señor y ábrenos los ojos para
ver tu poder santificador entre nosotros!
Resentidos y hastiados merodeamos ansiosos
por estos tiempos tan inhóspitos, tan ruidosos, tan feos.
¡Ven ya, Señor y oriéntanos hacia tu amor sobre todo amor.
Muchas veces solo somos capaces de ver
sombras como si fueran los preludios del fin de los tiempos.
Hay tanta codicia. Hay tanta mentira. Hay tanta herida… impune.
¡Ven ya y restáuranos!
Tenemos ese hambre de siglos y siglos de sufrimientos evitables.
Hambre de paz. Hambre de comunión. Hambre de belleza.
Un hambre como solo puede ser el hambre de los seres humanos
que saben que no basta ser solo seres humanos,
que no es posible que solo seamos seres humanos.
¡Ven ya y aliméntanos!
¡Ven ya, Señor!
¡Ven ya, Señor!
Sé nuestra alegría auténtica.
Sé nuestro consuelo auténtico.
Sé nuestra paz serena.
Sé nuestro alimento.
Sé nuestro abrazo.
Sé nuestro silencio primero y último.
¡Ven ya, Señor!
Colma nuestra hambre de vida, de amor, de autenticidad.
Hambre de ti.
Hambre de santidad y justicia.
Hambre de Dios.
Sé que no puede ser de otra manera, que serás el Dios con nosotros ahora y siempre…
Sé que hablaron los profetas.
Sé que los santos lo proclaman con sus vidas.
Sé que los místicos callan, asombrados, ante tu fascinante susurro que hace música de una caña rota.
¡Ven amor sobre todo amor!
¡Ven vida sobre toda vida!
¡Ven comunión sobre toda comunión!
¡Ven, que se nos seca el corazón!
BIENAVENTURADO EL QUE NO SE ESCANDALICE DE MÍ
Bienaventurado el que abre su corazón al amor sobre todo amor de Cristo.
Bienaventurado el que acepta que Cristo es el camino, la verdad y la vida.
Bienaventurado el que alienta a los demás a reconocer que Cristo es el Salvador.
Bienaventurado el que atestigua con su vida diaria que Cristo es el Señor.
Bienaventurado el que busca mi rostro, dice el Señor a todos los cristianos de todas las culturas.
Bienaventurado el que busca la luz de Cristo cuando las ruinas biográficas se amontonan aviesamente.
Bienaventurado el que comunica con serena confianza la verdad de las verdades de su vida: Cristo.
Bienaventurado el que confía en que Cristo llevará razón al final de los tiempos.
Bienaventurado el que confiesa el nombre sobre todo nombre, Cristo.
Bienaventurado el que cree a fondo perdido en que Cristo es la salvación misericordiosa de Dios.
Bienaventurado el que da razón de su fe con lo mejor de su mente, de sus manos y de su corazón.
Bienaventurado el que declara su fe en Cristo en la vida cotidiana, fácilmente, con alegría.
Bienaventurado el que descansa de la aspereza de vivir en el corazón siempre amable de Cristo.
Bienaventurado el que descubre su corazón alegre al vivir orientado a Cristo.
Bienaventurado el que desvela el misterio de los tiempos que se muestra en Cristo.
Bienaventurado el que evangeliza hablando de su experiencia de Cristo.
Bienaventurado el que espera contra toda esperanza en que Cristo llevará razón al final de los finales.
Bienaventurado el que expresa su enraizamiento en Cristo cuando la vida se pone áspera y dura.
Bienaventurado el que genera ambientes de donde la libertad de Cristo florece.
Bienaventurado el que glorifica a Cristo de pensamiento, palabra y obra.
Bienaventurado el que habla con el corazón del amor de Cristo a la humanidad doliente.
Bienaventurado el que ilumina la dureza del corazón humano con las palabras de Cristo.
Bienaventurado el que invoca el nombre de Cristo en las duras y en las maduras.
Bienaventurado el que irradia el amor de Cristo con su ternura cotidiana.
Bienaventurado el que lleva en su corazón las huellas de Cristo.
Bienaventurado el que manifiesta su profunda fe en Cristo a pesar de lo humano demasiado humano.
Bienaventurado el que musita en su dolor más profundo a Cristo salvador.
Bienaventurado el que nombra a Cristo como Señor de su corazón.
Bienaventurado el que tiene a Cristo como su verdad más verdadera.
Bienaventurado el que profesa su fe en Cristo con la libertad de los hijos de Dios.
Bienaventurado el que recibe a Cristo con los brazos abiertos.
Bienaventurado el que reconforta a los dolientes con la fuerza de Cristo.
Bienaventurado el que respira nombrando a Cristo.
SEÑOR, CONVIÉRTENOS
Señor, conviértenos…
Del deseo de control a dejarse llevar por el amor que da coherencia a todo.
De la inquietud del corazón a la calma acogedora de la cena familiar.
De la soberbia sin fundamento a la humildad de saberse acompañado por Ti.
De la perplejidad a la comprensión de que todo acabará bien.
Del desencuentro a la reconciliación con lo mejor de la humanidad.
Del desasosiego a la paz en tu corazón.
De la desazón a la fe que orienta y salva.
Del deslumbramiento a la serenidad confiada de tu presencia.
Del estupor a la maravilla de tu reino.
De la extrañeza de existir a la nueva inocencia.
Del frío de las ruinas de la cultura en la que vivimos a la ciudad de Dios y de los hombres que nos regalas.
Del miedo a la serenidad confiada de tu presencia.
De la palabrería al silencio santo.
Del pasmo a la sonrisa agradecida ante el regalo de tu misericordia.
Del ruido al silenciamiento que te revela.
Del vértigo a la confianza en tu salvación.
De sentirnos poca cosa a sabernos amados sin medida.
Del desconcierto al camino que nos lleva a ti.
Del aturdimiento a la lucidez de tu gracia.
De la desubicación existencial a enraizarnos en tu santidad poderosa.
De la ceguera a la comprensión de corazón.
De la avidez a la austeridad.
De la complicación a la sencillez.
De las distracciones en paparruchas a centrarnos en lo esencial.
Señor, conviértenos en comunión,
conviértenos en paz,
conviértenos en sacramentos de santidad y justicia.
Señor, conviértenos a ti,
conviértenos contigo,
conviértenos para ti.
ESTAD EN VELA
Con la sonrisa abierta, abierta a toda la misericordia que nos regala el santo de los santos.
Con las palabras de paz, siempre dispuestas a ver lo mejor de la humanidad como el santo de los santos.
Con las puertas abiertas, dispuestas a la verdadera hospitalidad del encuentro como el santo de los santos.
Con las ventanas abiertas, abiertas a la vida que nos impele hacia más y mejor, vida enraizada en el santo de los santos.
Con la inteligencia abierta, explorando destellos de verdad y bien que nos revela el santo de los santos.
Con el corazón abierto, con hambre de comunión con el santo de los santos.
Con las manos abiertas, con el deseo de acoger al santo de los santos.
Con el oído abierto, con la esperanza en la palabra definitiva del santo de los santos.
Con los ojos abiertos, con la sed de reconocer en cualquier ser humano muy humano al santo de los santos.
Con la mirada abierta, avizorando lo que de verdad importa del santo de los santos.
Con la ternura dispuesta, en resonancia con la misericordia habitual del santo de los santos.
En vela,
accesibles,
acogedores,
afables,
amables… como el santo de los santos.
CRISTO, SIN MÁS.
Cristo, Tú, el abrazo fraternal.
Cristo, Tú, el aliento incasable.
Cristo, Tú, el arraigo que nos alimenta.
Cristo, Tú, el criterio de la calidad de vida humana.
Cristo, Tú, el espíritu de la espiritualidad.
Cristo, Tú, el futuro de los futuros.
Cristo, Tú, el hermeneuta de Dios.
Cristo, Tú, el hermeneuta del hombre.
Cristo, Tú, el holístico fascinante.
Cristo, Tú, el horizonte de los buscadores.
Cristo, Tú, el integrador de lo mejor de las culturas.
Cristo, Tú, el más humano de los humanos.
Cristo, Tú, el que concierta en los desconciertos.
Cristo, Tú, el sentido de los sentidos.
Cristo, Tú, el silencio que nos une.
Cristo, Tú, el sustento de nuestro vivir.
Cristo, Tú, el universalista que quita etiquetas.
Cristo, Tú, la acogida sin límite.
Cristo, Tú, la armonía silenciosa.
Cristo, Tú, la belleza que recrea y enamora.
Cristo, Tú, la clave de cualquier cosmovisión.
Cristo, Tú, la compañía persistente.
Cristo, Tú, la estrella polar.
Cristo, Tú, la fecundidad.
Cristo, Tú, la guía del que tiene hambre y sed.
Cristo, Tú, la memoria que nunca falla.
Cristo, Tú, la permanencia santa.
Cristo, Tú, la profundidad de nuestro corazón.
Cristo, Tú, la respuesta veraz.
Cristo, Tú, la tradición liberadora.
Cristo, Tú, la última reserva.
Cristo, Tú, la unificación.
Cristo, Tú, sin más.
YO OS DARÉ PALABRAS Y SABIDURÍA
Señor te revelas y nos revelas: nos das la verdad y la verdad del ser humano,
Somos oyentes de tu palabra: haznos dóciles, con la mente y el corazón abierto, obedientes en la plena confianza.
Transfórmanos en instrumentos de tu presencia.
Señor te encarnas en la vida cotidiana: en nuestros quehaceres cotidianos, en todas nuestras relaciones, en todas nuestras fragilidades.
Afirmas y reafirmas la humanidad como lugar de encuentro contigo.
Transfórmanos en un signo tuyo, en un instrumento de tu santidad y justicia.
Seños nos enseñas con Pascua el morir a todo lo vieja para vivir la fascinante novedad de la vida del Espíritu.
Nos das lucidez ante el mal: sabemos que el daño no es la última palabra, la última experiencia, la última entraña del ser humano.
Transfórmanos en seres humanos capaces de coraje enérgico y de consuelo profundamente humano en todas las circunstancias de nuestra vida.
Señor Jesús, misteriosa pero gozosamente sabemos que nos salvas, nos curas interiormente, restauras los vínculos contigo y con los demás.
Nos reconfiguras como seres libres, amorosos e inteligentes para la construcción del reino de vida en abundancia.
Transfórmanos en seres de comunión, de encuentro, de paz cotidiana reconciliada.
Señor Jesús, tu gracia, esa inmensa fuente de gratuidad radical y providente.
Nos haces capaces de una alianza contigo en la experiencia y construcción de la santidad y de la justicia.
Transforma nuestros miedos, nuestras autolimitaciones y nuestras tristes ambiciones en obras de de tu amor misericordioso.
Señor Jesús, más allá de cualquier posibilidad de poder atrapar/nombrar tu acción en la realidad y en la vida de la humanidad, la fe en ti nos vertebra en los vaivenes de la vida.
Nos das ojos nuevos, corazón nuevo, sensibilidad nueva para comprender lo que somos y a lo que estamos llamados.
Transforma nuestros tumbos en la vida en una misión de amor y en una identidad amorosa en plena comunión contigo.
Señor,
nos convocas,
nos humanizas,
nos transfiguras,
nos sanas,
nos llenas de tu gracia,
nos vinculas a ti.
Danos palabras, gestos, presencias
para que esta inmensa buena noticia
llegue a la vida, a la mente y a los corazones
de las personas con las que convivimos
en la vida que nos toca vivir.
ACORDARNOS DE LO QUE HABÍA DICHO.
Señor, acordarnos de lo que habías dicho…
No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Dame un nombre para cuando me llames por la noche.
Amaos los unos a los otros como yo os he amado.
Dame fuerza y valentía para amar con ese amor tuyo a mis semejantes.
Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.
Que supere la fuerza de mi egocentramiento, de mis miedos, de mis cegueras.
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por mí.
Auméntame la fe, Señor, auméntame la fe.
Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos.
Rompe mis falsas seguridades, mis autoengaños, mis poco inteligentes justificaciones.
La mies es mucha, pero los obreros pocos.
Haz más misionero, más testigo, más luz del mundo.
El que esté sin pecado, que tire la primera piedra.
Cura mi soberbia, mi arrogancia, mi narcisismo.
El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Sana mis miedos. mis temores, mis ansiedades.
El que quiera ser el primero, sea el servidor de todos.
Hazme más humilde, más sencillo, más trasparente.
Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura.
Señor, que sea semilla, que sea agua, que sea pan para los demás.
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Seguirte, Señor, luz de luz, destello de los santos destellos, vida de la vida inagotable.
Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Abre mi corazón a las necesidades reales de los que me rodean, Señor.
Tu fe te ha salvado.
Auméntame la fe, pero de verdad, Señor… que no me quede a medio camino.
Perdonad setenta veces siete.
Me cuesta tanto Señor… perdóname que me cueste tanto perdonar.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Auméntame la lucidez, la consciencia, la mirada misericordiosa.
No juzguéis y no seréis juzgados.
Limpia mis ojos, mis palabras, mis intuiciones sobre los demás, Señor.
El Reino de Dios está dentro de vosotros.
Hazme sentir tu presencia que recrea y enamora en mi interior.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Acércame a ti, Señor, que estoy muy cansado de tanto9 y tanto dar tumbos por la vida.
La verdad os hará libres.
Tú, Tú me haces libre de verdad, Señor.
Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Señor, que cuide mi grupo, mi comunidad, mis vínculos cristianos con los demás.
Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis.
Hazme un niño, Señor: capaz de sorpresa, capaz de ternura, capaz de alegría sin límite.
A cada día le basta su afán.
Dame serenidad, dame paciencia, dame consciencia de los procesos humanos, tan humanos.
Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.
Dame la valentía de hacer el bien a los que me rodean y a los necesitados que sé que lo necesitan.
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Ábreme los oídos, ábreme el corazón, habita en mis entrañas con el alimento que realmente necesito.
No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
¿Cuándo, dónde, cómo me llamas Señor? Házmelo saber, que estoy medio tirado en la vida.
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Sé que me buscas, sé que me llamas, se que miras… ¿cómo agradecértelo, Señor?
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Simplifícame, aligérame, purifícame, Señor.
SOMOS UNO.
Un amor, que irradia sin límite, desde ti, Señor.
Un camino, con miles y miles de senderos, que tiende hacia ti, Señor.
Un consuelo, a veces pudiera parecer muy lejano, de tu corazón, Señor.
Un corazón, en pálpito humano, muy humano, resonante contigo, Señor.
Un encuentro, a través de infinitos símbolos, contigo, Señor.
Un impulso, inmenso, impelente hacia ti, Señor.
Un misterio, en tu presencia, Señor.
Un mundo, intenso, contradictorio, humano, enraizado en ti, Señor.
Un peregrinar, de todos los humanos en su infinita variedad de culturas, en tu horizonte, Señor.
Un reino, una energía, una comunión, contigo, Señor.
Un reposo, siempre tan empático y tan a mano, Tú, Señor.
Un rumbo, siempre cierto, siempre intuido entre nieblas, tu nombre, Señor.
Un sentido, una certeza, un fulgor, allá, en lo inefable tan real donde habitas, Señor.
Un significado, una respuesta, una propuesta, potente y reconfortante, por tu testimonio, Señor.
Un silencio habitado, una comunión mística a la que todos estamos llamados, en tu santidad, Señor.
Un tránsito inevitable donde nos reconocemos gracias a tu mirada, Señor.
Un viaje tan ambiguo, tan sufriente, tan injusto, que tu sanas, santamente, Señor.
Una apertura a lo que nos transforma, a lo que nos plenifica, a lo que nos mejora, por ti, en ti, contigo, Señor.
Una comprensión profunda que nos cuenta entender con nuestras solas fuerzas, Señor.
Una comunión universal, junto a ti, Señor.
Una diversidad inmensamente rica, inmensamente variada, inmensamente humana, en tu búsqueda, Señor.
Una energía que nos fundamenta, nos vertebra, nos impele en tu poder, Señor.
Una esperanza última en que llevarás razón, Señor.
Una espiritualidad alimentada con tantas intuiciones de los ecos de santidad tuya, Señor.
Una existencia breve, tensa, complicada pero preñada de una intuición que atraviesa los siglos, tu mirada de misericordia, Señor.
Una exploración en los enigmas, en los lenguajes, en los símbolos que nos acercan a través de todas las culturas a ti, Señor.
Una fascinación, misteriosa e inevitable, llena de destellos, hacia ti, Señor.
Una fe, dicha en tantas y tantas lenguas, en tantas y tantas devociones, en tantos y tantos lugares y ritos sagrados, Señor.
Una fuente, maravillosa, nutriente, insondable, tu santidad, Señor.
Una historia tantas veces demasiado humana, demasiado cruel, demasiado injusta, a la que tú mirarás con ese poder salvador, Señor.
Una historia universal, implicada en ti, Señor.
Una humanidad infinitamente diversa y rica, ante ti, Señor.
Una palabra inicial, que acompaña, que plenificará, tu palabra, Señor.
Una paz asombrosa, eterna, inconcebible para el entendimiento humano, tu paz, Señor.
Una pertenencia al género humano, que tú lideras, acompañas y santificas, Señor.
Una respiración cósmica en la que conspiramos con las energías de tu aliento vital, Señor.
Una revelación, un fulgor, una luz, la de tui existencia, Señor.
Una sed inmensa de ti, Señor.
Una sensibilidad inagotable tan capaz de intuir tu fascinante misterio, Señor.
Una soledad en medio de las soledades de los que nos rodean, una soledad que tú sanarás, Señor.
Una verdad, una belleza, un bien constantes, permanentes, inagotables. Tú, Señor. Tú con nosotros, la humanidad.
Una humanidad que es una, por ti, en ti, para ti, Señor.